Anna Rawson no lograr controlar la tensión de un encuentro cuando éste llega a momentos cruciales para ella. Le ha sucedido los últimos años: normalmente ha fracasado en pretensiones o, de acabar de rematar un éxito, o de salvarse de un fracaso. Esto último le sucedió ayer.
Unos ejemplos importantes los encontramos en 2007, cuando estuvo a punto de ganar el Open de Suiza, torneo del circuito europeo. Se acostó en la penúltima jornada como co-líder, se afianzó durante el recorrido del domingo como líder hasta llevar una ventaja de cinco golpes una vez iniciada la segunda vuelta y, cuando ese torneo parecía suyo, la presión pudo con ella y, hoyo tras hoyo, fue cediendo su ventaja hasta que en el 18, vió como dos jugadoras le empataban. Fuera de control, en el desempate, fue la primera en caer eliminada.
El año pasado demostró no saber elegir, pensar fríamente, en los últimos golpes de un ANZ Ladies australiano que llevaba de forma impecable. Era tercera, quedaban escasos hoyos para concluir y la posibilidad de asaltar el segundo puesto era muy remota. Debía por lo tanto guardar, jugar a asegurar. Sin embargo, equivocó la táctica: arriesgó, cometió bogeys y cambió su plaza de pódium por un décimo puesto final.
Y ayer, ya sabemos: ella misma se bajó del corte cuando lo tenía asegurado. La tensión la sobrepasó y en el último hoyo sobrevino el pequeño drama. Anna no tiene los nervios de acero, Anna no parece que acierte con las tácticas a emplear cuando la cosa está caliente. Una lástima.
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